jueves, noviembre 18, 2010

El mismo Efecto





Nadie sabía que estaba encerrada en ese diminuto cuerpo, quizá, nadie lo supo hasta su muerte. Estaba aferrada a iluminar la noche, como cual luciérnaga brillante. Esos pequeños seres diminutos solían observarla por el bosque mientras subían a las ramas como gnomos expertos en trepar árboles gigantes. Ella estaba ahí, entre el horizonte que divide el bosque de la ciudad, volando sola por la periferia; era el sitio que nadie merodeaba. De vez en cuando se encontraba con las hadas, aunque jamás supo que era como ellas, pues nunca se atrevió a cercarse a los espejos de agua.


Cierto día que intentaba beber en un estanque, se entretuvo oyendo a las ranas cantar y cayó inesperadamente al agua. Esa tarde un águila le salvó la vida al atraparla con sus garras pensando que era un pez. Cuando la enorme ave se dio cuenta que le hablaba agradecida por salvarla, la soltó entre las alturas lamentando su inconcebible error alimenticio. El golpe debió doler, pero cayó entre girasoles dormidos, extenuada se sentó en una hoja acorazada y se quedó largas horas esperando a que el viento secara sus alitas. Se congeló con el frío de la noche, pero antes del amanecer volvió a volar cerca del sol para recuperarse de tan fatal distracción.
Desde entonces, bebe agua de las gotas que se forman por el rocío, sorbe entre pétalos de flores y las hojas tiernas del bosque. Jamás usa los estanques como espejos.

Ser hada y no saberlo la hacía especial, rara para los que la conocían, estúpida para todos los demás. No tuvo grandes amigos, sólo los girasoles del día y las orquídeas nocturnas que le obsequiaban el exquisito aroma que llevaba consigo. Vivía en un sauce llorón por el día y en una secuoya gigante por la noche, donde se internaba cerca del bosque y el arroyo caudaloso. Temía al agua, pues su primer acercamiento con ella no fue nada grato, sin embargo, lo que más le gustaba, era oír como corre entre las piedras cuando todo está en silencio. El agua era su música viajera, nunca paraba de sonar…

Yo tenía ocho años cuando me perdí, los duendes me llevaron por el camino equivocado, y cuando decidieron abandonar su travesura ingenua, yo, ya estaba muy lejos de casa como para recordar el camino. Esa noche me acordé de mi abuela demasiado tarde, me senté entre arbustos y me puse los calcetines al revés para alejar a los duendes de mi camino, aunque ya me los había encontrado. Tenía tanto miedo, que me refugié en un árbol viejo de donde Samadi salió asustada iluminando mi noche…

Ese fue el comienzo de mi enfermedad, lo que los doctores llaman desequilibrio mental, esquizofrenia, locura.

2 comentarios:

  1. y se esconde... ella, la que llaman esquizofrenia y se rie en la oscuridad, donde es fluorescente, y no puedes evitar verla.

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  2. luciérnaga que da luz a las noches oscuras, que da vida al bosque y lo hace mágicamente iluminado :D

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