Dicen que las Secuoyas tienen un caparazón impenetrable al fuego, que con los años su coraza las protege poco a poco, su piel se hace más gruesa y fuerte, llegan a crecer muchos metros, y son capaces de albergar algunos seres nocturnos que habitan en él. Las Secuoyas son gigantes, proporcionan oxígeno y al mismo tiempo crean un habitad impresionante para otras especies que pasan desapercibidas a los ojos de los demás. Entre los pequeños árboles y arbustos, sus copas quizá sean las más grandes, completas e imponentes. Son una maravilla viviente si se les deja crecer. El miércoles pasado pensaba que como ellas quisiera ser, pero como soy un ser caminante y pequeño de estatura, solo esperaría trasladarme por los bosques que las albergan, andar por sus veredas y espacios claroscuros con tonalidades verdes y rojas... Ayer dibujé un boceto parecido a lo que son, inspirada por sus enormes brazos abiertos, me imaginé tirada en el bosque viendo como dejan pasar la luz entre sus ramas, las convertí de nuevo en un sueño que quisiera cumplir, luego me imaginé nadando por el litoral norte de California, me detuve, sentí el agua fría, el aire fresco y desperté emocionada, pensé que si lograba que lo que estoy sintiendo muy adentro de mis sentimientos se tornaban como esa madera, el fuego intencionado no lograría lastimarme, tomé el pincel, pinte su madera roja, tiene un parecido a mi corazón, volví a dejar libre lo que mis manos querían plasmar, me perdí en la pintura, en el vago mundo de los detalles incontrolables, sumergí el pincel en los colores y cambié mi instante por un segundo más feliz...
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