Aprendí muy tarde a observar desde arriba los senderos torcidos de mi vida, fue tarde si, pero vi despertar en mi, el dragón dormido hace cientos de años en esta cueva tan olvidada, sentí como quemó con el fuego de su aliento todo mi interior, cambió mi vida, la puso de cabeza, le temí, me daba tanto miedo, me hacía temblar…
Lo peor fue, que nadie lo entendía, nadie lo observó, no hay mejor comprensión de una misma que la introspección, pero, ¿cuánto daño puede hacernos adentrarnos en esa vereda? ¿cuánto tiempo es el necesario para saber que ha terminado el recorrido?
Hace un tiempo ya, que tras el destrozo inmenso de mi interior me he dado cuenta que ese animal ha respetado mis ojos para que pueda ver, que cada que amanezco y observo mis manos vacías, puedo observar las marcas que conforman lo que soy.
Mi proceso no ha sido fácil; asimilar, hacer que me asimilen, hablar de lo que soy, sentirme otra, reflejar mi esencia sin pudor a mostrarme desnuda , sin reservas… jamás imaginé que fuera tan pesado mi contexto, contexto que nadie puede imaginar.
Pero eso no importa, jamás pretendimos que se conociera, solo entregamos todo lo que se tenía a través de esta mutación. Estamos cerrando ciclos, recuperándonos de los estragos, reconociendo los senderos torcidos de quienes han aparecido en el lapso…
Te juro que ya estamos en vísperas de terminar con la metamorfosis, ambos tenemos un tiempo establecido para convivir y reconocernos, para sellar, suturar, cicatrizar… shhh, porfavor no intentes comunicarte mientras tenemos el corazón destrozado, ya ha sucedido una vez, nos hemos dado cuenta que podemos prevalecer, seguro después de esto, hablaremos con cadencia y autoconocimiento, ya estamos en vísperas... quizá ya no sea el dragón y yo, probablemente sea otra.
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