lunes, mayo 12, 2008

Escaparate

10/04/08

Subida en el bote de los anhelos más preciados de mi corta vida, vivo día a día el amanecer en un pueblo apacible de apenas cincuenta habitantes que despiertan al ritmo de la dictadura de las mareas y del tiempo que se coloca veloz o lentamente según las actividades del día.
Los atardeceres menos imaginados y las lunas más brillantes son las que me acompañan ante la soledad menos deseada en el lugar de mis sueños esperados... Mientras me deshago por describirte cada una de las sensaciones percibidas, no hay nada que pueda explicar con cierta semejanza lo que desde dentro pudiera estar sintiendo si tu sombra me acompañara cuando los primeros rayos del sol tocan mi rostro y descubren en la arena una figura oscura que contempla las aves que anuncian el seis en el reloj.
Cuando el sol ya está dormido, el viento aparece trayendo a mis oídos suaves murmuros del mar y otras veces, los sonidos graves de las rocas que amenudo causan un sonido cavernoso por sus recovecos y por el constante golpeteo de las olas. No concibo controlar el deseo de abrazar la prenda blanca que aún conserva el aroma de tu piel. Y voy sondeando cuanto más se puede disfrutar el paraíso sin compartirlo con lo que más amas...

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