Blue Cat apareció una noche de otoño en un trayecto casi habitual, 6h30pm, con una pista ciclable relativamente corta. Recuerdo haber estacionado mi bicicleta en el parquímetro, antes de entrar a una noche estresante de torres de platos sucios, clientes del curso de cocina por despedir y música al filo de las 11h30. Mi último paso fue una memorizada contraseña anti robos y el cierre final de la puerta, con mis llaves al tiempo que cruzaba la calle en dirección a mi bicleta... Blue Cat apareció en ese mismo sitio, expuesto en una hora poco conveniente, mientras yo trabajaba en mis horas casi rutinarias. Su creador anónimo me regaló las fascinación que cada día necesitamos para cerrar con broche de oro. Un sorpresivo gato bello y triste, en un muro casi desolado de la transitada Rue Saint-Laurent, justo atrás de mi bicicleta, iluminado con las luces de la calle, el efímero arte urbano me volvía a encontrar. Me quedé admirándolo un par de minutos, descifrando el mensaje libre de interpretación, Blue Cat me ovservó con sus ojos casi derretidos, imponente y azul, dándole vida a la calle. Mi arraigada fascinación por el arte urbano me orilló a inmortalizarlo y su técnica estética fue la más bella originalidad de mi noche.
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