viernes, noviembre 21, 2008

Vientos que traen


Esta madrugada oí el rugir del viento, en mi profundo sueño los sonidos inconscientes de los árboles y el crujir de las láminas echaron a volar mi imaginación poco activa. Estaba en alta mar, en un corso gigante en el que todos estábamos mareados de miedo. Corríamos de proa a popa, bajando las velas que nos movían sin rumbo al compás de las furiosas olas. Mis ropas estaba mojadas de sal, y llevaba conmigo esa sensación de asco, no había más que oscuridad, movimiento, gritos y plegarias que clamaban calma en plena turbulencia. Ahí estaba yo, jalando velas y mástiles caídos ante la resistencia de los aparejos a punto de quebrarse por la fuerza incontrolable del viento. Agua, agua hasta las rodillas, un momento de temor, un instante en el que somos simples hojas movidas por el vaivén de los placeres de la naturaleza. Yo estaba siendo víctima del envolvente sueño y víctima de los temores de mi ser.

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