viernes, febrero 25, 2011

Sidharta y la doctrina de la demencia



Cuando alguien busca, suele ocurrir fácilmente que sus ojos sólo ven la cosa que anda buscando, que no puede encontrar nada, que no deja entrar nada dentro de él, porque siempre está pensando en la cosa buscada, porque tiene un fin, porque está poseído por este fin. Buscar significa tener un fin. Pero encontrar quiere decir ser libre, estar abierto a todo, no tener un fin. Tú venerable, quizá eres en realidad un buscador, pero aspirando a tu fin no ves muchas de las cosas que están cerca de tus ojos.
El mundo no es imperfecto, no. Es en cada momento perfecto, todo pecado trae en sí la gracia, todo niño lleva ya en sí al anciano; todo recién nacido, la muerte; todo moribundo, la vida eterna…

He aprendido en mi cuerpo y en mi alma que necesito mucho el pecado, que necesito el placer, el deseo de los vienes, la vanidad, y necesito la ignominiosa desesperación para aprender a renunciar a toda resistencia, para aprender a amar al mundo, para no volverlo a comparar con cualquiera de los mundos deseados o ensoñados por mi, con cualquiera de las formas de perfección pensadas por mi, sino dejarlo como es, amarlo tal cual es y pertenecer gustosamente a él.
Las cosas pueden ser apariencia o no, yo también lo seré entonces, y siempre serán mis iguales. Esto es lo que las hace ser iguales. Esto es lo que las hace ser amadas y dignas de veneración para mi: que son mis iguales. Por esto puedo amarlas. Y esto forma una doctrina de la que puedes reírte:  El amor.


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