jueves, agosto 17, 2006

Miedos del Sur


Las pesadillas son sin duda uno de los fenomenos que la gran mayoria de nosotros hemos sufrido en alguna ocasión. De niña recuerdo haber tenido por lo menos tres pesadillas que me hicieron despertar horrorizada en la cama, pero no hay nada que me de más miedo a mi edad como los sonidos extraños causados por la naturaleza.

Ayer por la noche, tras un profundo sueño de por lo menos tres horas bien dormidas, desperté de un gran salto al oir el estruendo de un rayo. El sonido fue tal, que las alarmas de los autos estacionados cerca de casa se botaron por la vibración. Mamá despertó de un salto también y las primeras palabras que salieron de mi boca fue decirle que seguramente un rayo había caído muy cerquitita de casa, -por lo menos eso fue lo que me pereció- Yo corrí como en automático a la ventana para ver si había algo de lo que mi mente imaginó al oir todo ese escándalo. Pero para el infortunio de mi imaginación soñadora, no vi más que la oscura calle iluminada levemente con una luz tenue casi anaranjada de la lámpara de la calle aledaña a mi hogar.
Luego de sentir iluminado mi rostro como por un flash muy blanco que caracteriza a los relampagos, no dudé de inmediato en meterme bajo mis sábanas aguardando el próximo trueno que le sigue. Alguna vez me contaron que las luces de los relámpagos anuncian un trueno o rayo, y que si se quiere saber que tan lejano está de nosotros, debemos contar después de ver la luz; mientras más números contemos más lejos están los rayos de nosotros.
Mi madre volvió a dormir como si nada hubiera pasado, pero yo estaba alerta a los sonidos de la noche, después de una hora de no llegar a contar siquiera hasta el tres, mi corazón latía fuerte y yo sentía miedo como una niña cuando tiene sus peores pesadillas.

Esa ruidosa sinfonía de relámpagos, truenos, vibraciones y alarmas incesantes en definitiva no me dejarían dormir. Mientras tanto, pensaba si alguna persona desafortunada habría tenido la mala suerte de afrontar ese primer gran rayo que nos hizo despertar de nuestro profundo sueño. Pensaba también en los Graniceros: aquellas personas que han sido tocadas por un rayo y que siguen vivas. Dicen que esas personas tiene el don especial de pronosticar los malos tiempos y por lo tanto, saben bien cuando habrá una buena cosecha. Pero quizá en lo que más efímero que pensé esa noche, fue en la Pituka, la mascota de mi hermana, que apenas con escasos dos meses y medio de vida debería estar muerta de miedo. Es probable que sea la primera vez que haya escuchado los rayos, pero pensar que Pancho, -el gato de mamá- estuviera con ella, sería menos duro.

Había pasado ya más de una hora divagando en mis pensamientos estúpidos cuando mis oídos empezaron a escuchar el ligero goteo de la lluvia que nos heredan los truenos y relámpagos después de hacer su presencia. Ésta era cada vez más tupída y fuerte, después escuché el leve sonido del respirar profundo de mamá que ya estaba más que dormida. Y luego, los ladridos de los perros de la calle; mis ojos se empezaban a cerrar y después de escuchar sonidos más conocidos para mi mente, poco a poco el miedo se desvaneció. Debo confesar que a pesar de que no he viajado demasiado, no hay otro lugar en el que haya escuchado tormentas más escandalosas y que me causen tanto miedo como las del sur.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario