miércoles, septiembre 22, 2010

La despedida





En el fondo ella esperaba una mudanza fácil, tomó las llaves del departamento  que estaban en su bolso, cerró la cajuela del carro y se dirigió con seguridad a entregar la máquina de Santiago, que por error sus amigos se habían llevado en la mudanza pensando que era de ella.
Aún quedaba el gato en casa, así que después de su intento nulo por resolver lo que no tenía sentido y a pesar de escuchar la verdad en labios de Santiago, se sintió con fuerzas para tomar las cosas con madurez y entregar lo que no era suyo. De paso saludaría al gato molestoso mientras pensaba con quien enviarlo ahora que todo lo que tenía se había disuelto como por arte de magia.

Subió las escaleras distraída con esa máquina un poco pesada que no rebasaba su tamaño, la dejó en el suelo y dio un respiro mientras sacaba las llaves de su pantalón para abrir la puerta de su ahora ex-departamento.

Dentro, el gato azul fue el primero en recibirla, ella lo observó con tal ternura que dejó de lado la máquina y se agachó para abrazarlo, pero el gato se dirigió rápidamente a la habitación de Santiago.  Marina quiso seguirlo, pero recordó que tenía que meter la máquina y acomodarla en el mismo lugar. Ella sabía que no había nadie en casa, así que después de poner todo en orden, buscó al gato para decirle que regresaría por él el fin de semana.

Sintió cierta rareza en el departamento, notó que la puerta del cuarto de a lado estaba abierta y observó que había ropa tendida en el tendedero improvisado, ese dónde alguna vez su ropa también colgaba. Sintió que el corazón se le encogía y hacía pedazos. Dio vuelta a su derecha y entró al cuarto de Santiago en busca del gato. No pudo evitar observar la cama destendida, ese bolso medio abierto, el perfume femenino en el buró. Sintió como si la sangre le quemara por dentro y quiso tomar la botella y aventarla en los cristales, pero sus manos quedaron inmóviles y las lágrimas rodaron sin detenerse … La tristeza una vez más le había  ganado al enojo.

En una reacción desesperada buscó la jaula del gato para llevárselo en ese preciso momento, a su paso por el pasillo se topó con el disco de su artista favorita; lo tomó, pero se dio cuenta que no había disco en la caja. Volteó hacia el DVD cercano a la tele y se dio cuenta que estaba encendido. Tontamente pensó en que su disco estaría ahí, se acercó para poner open-close y llevárselo, pero la charola le entregó otro  disco de la colección eroctic longe.  Aquí acabó el segundo respiro, llamó al gato con enojo, pero él ya se había escondió bajo la cama al ver la jaula de viaje. Marina jaló con fuerza la cama que ya no quería ni tocar. Jaló al gato azul y lo metió a la caja bruscamente para salir de inmediato de ese lugar. Parecía ahogarse entre sus lagrimas mientras avanzaba a la salida. 

Abajo ya estaba su amiga esperando. Quien a lo lejos la vio acercarse y no hizo más que darle un pañuelo y decir: 
-calma, toma, para eso estamos las amigas-. 


Marina soltó en llanto intenso y sólo pudo decir algunas palabras sobre lo que había observado en el departamento.

¿Pues qué esperabas? –le contestó fríamente-

Fernánda no era precisamente la persona más expresiva para consolar a su amiga Marina.

-no lo sé- Es sólo que no pensé que él fuera capaz de traerla tan pronto…


Marina se sintió decepcionada, destrozada a pesar de que sabía lo real de la situación, jamás pensó que Santiago fuera incapaz de dar cierto luto a lo que ella consideraba importante en su vida, y recordó que el anterior domingo aún le había dicho te amo por el teléfono. Ahora todo lo que recordaba de él, sonaba hueco...

Jorge empezó a desesperarse, tomó su celular y llamó al teléfono de Fernanda

-¿Qué paso?, ¿Por qué tardan tanto?, llevo horas esperándolas para comer.

Fernanda sólo se remitió a contestar qué si no era lo suficientemente inteligente como para saber por lo que estaba pasando Marina.

Al otro lado del teléfono se escuchó un silencio y luego de unos segundos, Jorge respondió que entendía, que simplemente estaba preocupado.

-Maneja con cuidado para traerla de nuevo a casa  -dijo-

-Va el gato, -le advirtió Fernanda con la intensión de que amarrara al perro-.

Esa noche Marina no durmió, sus ojos no dejaron de ver llover en sus cristales, bajo la almohada tenía un cuaderno azul en el que dibujó más de 100 secuoyas en un bosque oscuro a lo largo de la noche. Estaba perdida entre la neblina de sus propios bosquejos, hasta que el medio día se hizo presente al escuchar a Fernanda que volvía de hacer las compras.

-Es hora de partir, -se oyó a lo lejos-. No quiero que pienses que soy insensible pero tu hermana no tarda en llegar y tienes que entregar al gato para que se lo lleve, deberías tomar una ducha, te sentirás mejor.

Marina ignoró su estado, se dio cuenta que el gato estaba casi en su cara, lo miró a los ojos y le pidió disculpas por jalonearlo bruscamente. El gato parecía notar su tristeza, se echó lentamente en su pecho y la observó detenidamente mientras Marina le hablaba: 
Es hora de partir pequeño, -espero que algún día me perdones por no poder conservarte conmigo, estoy segura que te divertirás en tu nuevo hogar, y cuando menos te lo esperes, ya me habrás olvidado…

2 comentarios:

  1. Hace tiempo que no paseaba por aquí, tantas cosas de las que he tenido que ocuparme.
    Espero que la despedida no esté doliendo mucho.
    Salud!!

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  2. Un gusto leerte de nuevo en casa Giselle, Despedida es un episodio blanco que tuvo que volverse texto para sacarlo de adentro; es la única forma en la que las cosas dejan de doler :D Ahora ya no cala.
    Salud!! y gracias por pasar!

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