lunes, mayo 10, 2010

Antirretórica de la crueldad


Ella no debería estar leyendo esto y al mismo tiempo yo no debería estar leyendo lo que no quiero leer. El mundo es un mar de coincidencias, redes y redes que nos conectan, que nos llaman al abismo. Ella olvidó que lo fundamental no dependía del tiempo dado, de los momentos esperados, ni de la belleza particular, yo, por mi parte, escuché el sonido de su displicencia, a veces, solo a veces, aun lo escucho…

Entonces Lilith dejó de escribir, abrió lentamente la puerta del cuarto y bajo la almohada de su amada dejó la hoja entintada con la que plasmó lo que estaba sintiendo en ese preciso momento. Bajó las escaleras con los pies descalzos, sintió la alfombra gris y lentamente abrió la puerta de madera que daba al jardín. Desvaneció su sombra entre las lámparas del patio, sintió la humedad del pasto y se perdió al llegar al bosque.

Del otro lado del espejo, ella dejó un mensaje con sentido del humor, esa tierna astucia para hacerla sonreír, ese mensaje que ella leyó con risas y despertó un abrazo. Más tarde la rutina, la pantalla, la cena, la cama. Despertaron en otro mundo, donde nadie molesta, donde nadie existe ya, donde solas están por ahora.

Y Lilith perdida en el bosque no hizo más que susurrar las voces que del otro lado sonaron como melodías, las lágrimas que entre ellas se volvieron orgasmos, los pasos que fueron latidos y el recuerdo que se convirtió en la incomprensible ley del deseo.

Entonces yo escribí lo que estaba viendo desde lejos, quise atravesar el cristal negro, quise cambiar los horarios. Era como gritar sin que se escuchara, moverme sin que pudiera, desesperar sin que nadie se diera cuenta, estaba en una burbuja transparente, una delgada telaraña…

Es la alegoría el espejo que traslada, lo que es y lo que no es, o es la simple metáfora que no tiene nexos y descubre atributos insospechados ¿Qué será? ¿por qué estás leyendo esto ahora? ¿te lo has preguntado?

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