domingo, enero 02, 2011

Caracolas de Sal



 Quisiera al menos poder hacer abrir las nubes de manera que la luz que nuble mis días esclareciera la mente sin hacer llover salado en las noches de lunas menguantes. 

Qué puedo hacer cuando las cosas van por el camino incierto de la marea que arrastra cada caracola una y otra vez, hasta desgastarla y dejarla sin forma.
De un día para otro, el niño que camina por la arena patea el pedazo blanco y amorfo sin prestarle mucha atención, las olas la arrastran, la traen y regresan una y otra vez dejándola calada, hueca, roída.

 Es extraño, como la gente cuando va al mar, busca caracolas perfectamente bellas. Mientras que las que han sido golpeadas por las olas y las piedras se unen haciéndose polvo al voluminoso e inmenso arenal que regala confort a los pies de los turistas que caminan en la arena buscando caracolas para tener al menos el recuerdo de que pisaron el mar… 

Casi nadie se da cuenta, que tienen caracolas desgastadas en la planta de sus pies.

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